LA SANDALIA ANDARIEGA
LA SANDALIA ANDARIEGA
(Eliana Sandoval)
Salió una Sandalia muy colorida,
de la ciudad de Armenia,
adornada con mola, cuero y caña flecha,
rumbo a la terminal, para visitar a su prima La Bota Negra
que residía en el municipio de Mosquera.
De pronto, al verla le dijo: ¡Que elegante la más hecha!
Pues antes era un botín, y ahora se había convertido
en una Bota tan alta que llegaba a las rodillas de Doña Martha.
Sorprendida por los paisajes que recorren la sabana,
recordó que no había empacado su bufanda…
¡Ay! que me muero del frío, dijo la Sandalia.
¡Ay! que me dolió hasta la panza.
Y en ese momento, brincó de un solo salto:
¡Ay! será que mi prima querida, ¿me podría regalar un pintadito?
¡Pero caramba!
Que acá no se llaman cafecitos, sino periquitos.
¡Ay! y será que me puede traer eso tan rico que se llama ajiaco,
pues sólo lo consigo dizque cuando llegó por estos lados.
Y después de tantos días...
Doña Sandalia y Doña Bota se despidieron
con sus alegrías
de Cundinamarca,
unas tierras de una linda y hermosa comarca
donde se cultivan las flores y la papa.
Y esta, doña Bota, le dice a su querida prima:
¡No olvides llevar el nombre en alto, de aquellos que nos esforzarnos,
por trabajar tanto!
Y sacando su manito,
La Sandalia de mola, cuero y caña flecha
se despidió de estas tierras,
llenas de cariño y muchas fresas.
Eliana Yiseth Sandoval Mora
Un poema para los niños de Mi Mosquera
UN DÍA DE ABRIL
Cuando pasé el puente internacional
pensé que ya iba a llegar.
¡Oh sorpresa!
me llevé,
cuando pregunté,
a qué distancia quedaba
aquel lugar donde mi hermana me esperaba.
Pero en el páramo de Berlín,
el calor del papelón, me fortaleció
y a mi cuerpo energía, le dio.
para continuar por la travesía
que pensé, ya no podría.
Pero los caminantes, que me seguían,
me daban ánimo para este recorrido,
que duró ocho días.
Mis zapatos son testigos,
que mis pies ya casi hablaban,
por el dolor y el frío
de esta caminada,
desde valencia a Mosquera
mi lugar de destino, en el que mi hermana
aun me esperaba.
Eliana Sandoval Mora
(En honor a los migrantes que llegaron caminando a Mosquera, Cundinamarca desde Venezuela.)
UNA CHAMITA DE MARGARITA
Yo era una chamita que vivía muy cerca de una gran jornada,
famosa por sus calles, sus pesca´os y que fue derribada.
Sí por allá en el 2010, cuando Margarita pasó a ser agonía
en vez de ser admirada por su sopa de “chipi chipi” que alegraba los días.
Yo era una chamita, que jugaba entre las caracolitas,
y veía como la arena se confundía con los rumores que ya pronto todo acabaría.
A vísperas de la llegada de noche buena,
mi madre, mi padre y Miguel siempre me decían,
tranquila Luz, que las olas se llevan las penas.
Ahora, que no soy chamita,
recuerdo la voz mi padre y mi madre,
que me decían, ¿oye, y porque te vas tan solita?
disfruta de lo que poco tenemos,
pero la valentía, hizo que me sacudiera y me impregnara del polvo
que ahora llevo muy hondo.
Pues más de tres días de viaje,
hicieron que esta chamita se convirtiera en la patrona de estas calles.
Eliana Yiseth Sandoval Mora
LA INMORTALIDAD DEL CANGREJO
Aún cayendo todavía el pocosol que recorría este nuevo lugar y donde el frío empieza a ser más notorio, me encuentro sentado en uno de los tantos carros que diariamente lavo.
Recordando algunos dichos de mis padres, todavía en el reflejo de los vidrios observo como estas líneas adornan mi rostro.
A pesar de mi corta edad llevo en cada una de ellas, historias que han recorrido más de 2000 kilómetros y que necesitan del mar tanto como yo. ¡Ay mi amada choroni!.
Hoy perdí mi mirada en el reflejo de los espejos de un auto viejo pensando en como estaría mi madre, sí pronto mi padre mejoraría de sus pulmones y sí Carla me piensa tanto, como yo lo hago ahora.
Lo más maravilloso de este viaje ha sido encontrarla ella, me da dentera de los nervios de solo pensarla. También hablada y preparada, tuvo que huir porque no pudo continuar con su carrera universitaria. Claro, Ella sueña con ser una periodista pero una periodista de verdad, de esas que cuentan la realidad y mientras vende sus ensaladas o sus tequeños, yo deslizo mi dedo por el polvo de este carro viejo, escribiendo sus iniciales y las mías como si algún día pudiéramos volver los dos siendo más que amigos y caminando en las playas de Choroni cómo lo hacen los cangrejos.
Hoy, voy a prepararle un arroz de apio con carne, y aunque yo prefiera el caraota ella me dice que tengo talento más para cocinar que para lavar.
Eliana Sandoval Mora
(Esta historia está inspirada en la vida de Luis Enrique, un migrante
que se desempeña como lavador de autos
en Msoquera).